El patrimonio es la seña de identidad de un país, su herencia del pasado, el mejor testigo de su trayectoria histórica que sus habitantes tienen el deber de proteger y conservar. Un país, y el gobierno que lo conduce, debe aprender a velar por su patrimonio arquitectónico, sus edificios más preciados, grandes obras arquitectónicas que deben ser transmitidas en las mejores condiciones a las generaciones futuras.
Pero hasta que se aprenda la lección, el patrimonio debe ser protegido, aislado de quiénes aún no han comprendido su valor. Este valor se multiplica con el paso de los años y convierte el entorno que rodea el edificio protegido en un lugar único.
En los años 70 conservar el patrimonio era casi misión imposible. En ciudades como Barcelona, la construcción estaba al orden del día y derrumbar para construir era lo más habitual. Con esta dinámica se hizo difícil conciliar el crecimiento de las ciudades con la pervivencia del pasado. Pero el tiempo dio la razón a sus habitantes, que estaban indignados por la pérdida de sus edificios más emblemáticos y la conciencia generalizada de querer mantener la memoria histórica de su país tuvo más fuerza.
Hoy en día existe más conciencia, y sobre todo más recursos, para proteger el patrimonio cultural, artístico, arquitectónico o urbanístico de una ciudad y, en el campo de la arquitectura, adaptar o proteger edificios antiguos teniendo en cuenta las normativas de seguridad actuales. Un ejemplo de ello es el Instituto Tecnológico de Karlsruhe (KIT), al suroeste de Alemania. A parte de ser toda una institución en investigación, en los ámbitos de la ingeniería y las ciencias naturales, y de haber sido reconocido por el alto nivel de los trabajos que en él se desarrollan, el KIT es uno de los patrimonios más queridos de Karlsruhe.
En pie desde 1825, y con algunas remodelaciones a sus espaldas, el Instituto acoge anualmente 24.000 estudiantes y toda precaución es poca cuando se estudia en un edificio con casi 200 años de historia. Pasados dos siglos desde su construcción algunos elementos ya no cumplían los requisitos legales ni las normativas de seguridad vigentes. El Instituto de Karlsruhe se propuso resolver este problema, pero siempre teniendo en mente que la solución aplicada no afectara la estética de 1825 ni, por lo tanto, su historia. Este es el caso de las barandillas que rodean las escaleras principales del Instituto, y que fueron reforzadas con malla de cable de acero inoxidable X-TEND de Carl Stahl como protección y para evitar caídas. Con las precauciones necesarias, no hay nada como estudiar arquitectura en un edificio que forma parte del patrimonio arquitectónico del país.
Fotografías de Carl Stahl